La noche en que la luna habló
Dicen que aquella noche la luna no brillaba: observaba.
No era una luna cualquiera.
Era una luna llena, enorme, curiosa, casi insolente.
Y desde lo alto de los tejados de París —o quizá desde la ventana del aula 4A— parecía susurrar:
Todo comenzó con una canción antigua, de esas que tus padres cantaban sin entender bien la letra.
“No temas al lobo. Escucha su historia.”
Todo comenzó con una canción antigua, de esas que tus padres cantaban sin entender bien la letra.
Un tema ochentero con sintetizadores, trajes imposibles y un título que parecía un chiste:
“El hombre lobo en París”.
Pero aquella mañana, algo no cuadraba.
la pantalla del ordenador parpadeó, y alguien juró haber visto reflejada una sombra con ojos dorados en el cristal de la ventana.
Silencio.
Un par de alumnos rieron nerviosos.
Y de pronto, en la pizarra apareció escrita una frase que nadie recordaba haber escrito:
Las leyendas no mienten.
Solo esperan que alguien las escuche.